02 de diciembre de 2021 - Andrea Lizet Panti Santos
Desde siempre han existido preguntas para la época, aunque también cada época tiene la oportunidad de dejarnos un legado a través de nuevas preguntas. Preguntas que el ser humano ha ido reflexionando para generar coincidencias o diferencias en sus perspectivas. Por ejemplo, Sócrates cuestionaba a los sofistas a través de preguntas que permitían formarse en el diálogo sincero, concreto, disciplinado y reflexivo. Esa es la herencia que nos ha dejado el padre de la “Ética”.
Si bien la Ética se ha ocupado de manera objetiva en conocer los actos humanos (objeto material) y la bondad o maldad que emergen de ellos (objeto formal), siempre han existido preguntas como ¿de quién depende la formación ética de los futuros profesionistas? ¿Deberíamos destinar asignaturas para ello? ¿Qué tipo de valores deberían fomentarse en cada una de las profesiones? ¿Es el campo laboral el escenario esperado para que nos desarrollemos éticamente?
Hasta hace algunos años se preguntaba a los profesores universitarios algunas de estas cuestiones para entender el papel que asumirían en esta importante misión. Cada uno desde su perspectiva pudo ofrecer diferentes aportaciones, tales como la necesidad promover desde la formación universitaria una buena relación con los compañeros de profesión, una mejor relación con el cliente, vivir valores como el esfuerzo, honestidad, igualdad y tolerancia. Asimismo, vislumbrar la trascendencia social que trae consigo el ejercicio de la profesión. Y es que se trata de mirar el pasado y darnos cuenta de que hay respuestas que las diferentes épocas nos han dejado, en específico la relevancia de los valores universales que no pueden adjudicarse a una situación específica sino a una necesidad humana.
Según Hortal (2002) los principios de la Ética de profesiones serían: proponer conocimientos y habilidades profesionales al servicio del bien de los clientes o usuarios y, proceder siempre con responsabilidad profesional.
Un buen profesional no solo debe saber sobre su área, desarrollar habilidades concretas o técnicas, sino regirse por una conducta ética que permita ofrecer de la mejor manera todo lo anterior. Ya que la ética es parte de todas las profesiones porque es una demanda social. Entonces, ¿es nuestra responsabilidad social formarnos en ética? Lo cierto es que la eticidad (educación en valores) se ha ido gestando desde la familia, la escuela, las instituciones y en el desenvolvimiento de nuestra sociedad, ya somos sujetos que han sido formados con una identidad individual y colectiva y en adelante nos corresponde vivir con la intención de humanizarnos y humanizar para transformar nuestro entorno, nuestras relaciones, nuestra vida y por supuesto, el conjunto de talentos que desarrollamos durante y después de nuestra formación profesional, porque la vida es ahora y la ética y la responsabilidad social también.